jueves, 17 de marzo de 2011

Capítulo Segundo | Final

De las clases de Valen de supervivéncia y uso de Mapa y Brújula:



Muy bien, hoy hos enseñaré el uso de un Mapa junto una Brújula, esta practica hos servirá mucho en momentos de duda y sobretodo, para dirijiros a un punto en concreto de el planeta.
El uso es simlpe, extended el mapa en un sitio llano. Mirad que la brújula apunte siempre a la misma dirección, sino o esta rota o estas en un lugar de campos magnetizados. Si funciona correctamente hay que alinear el mapa con la brújula, de modo que el Norte de el mapa sea el Norte real que indica la brújula. (Normalmente el Norte es la parte roja de la aguja.)


¿Como saber donde me encuentro?
Si se tiene una vaga idea de dónde estamos, hay que buscar edificios o carreteras que pueden ayudar a la localización actual. Observar bien el lugar en que se encuentra uno, mirandolo todo como arboles, matorrales y sobretodo montañas, monticulos o cualquier desviacion en el suelo.
Una vez observado el lugar buscar posibles pistas en el mapa, si el mapa es bueno, podrás ver todos los edificios y carreteras existentes, las curbas de nivel, arboles y incluso matorrales.

Si no se sabe dónde estamos, lo importante aquí es saber hacia dónde vamos o queremos ir, existen varias formas de orientarse sin necesidad de brújula ni un mapa.

Si tienes una aguja o un trozo de alambre puedes construir una brújula momentanea en donde estés y que funcionará bajo el mismo principio anterior. Necesitas un recipiente con agua, algo que flote y muy lijero (una hoja de arbol por ejemplo) y tu alambre. Frota un extremo del alambre contra el cabello en tu cabeza, de manera de imantarlo. Pon el objeto liviano a flotar sobre el agua de manera que se mueva libremente y sobre él tu alambre imantado. Observa como gira y busca el norte magnetico. Ahí lo tienes... ya sabes donde esta cada punto cardinal con bastante exactitud.

Podemos valernos de un reloj de agujas y de la posición del sol para encontrar el norte con facilidad. Para ello debemos conocer la hora solar, que en España y los países de su franja horaria es dos horas menos en horario oficial de verano y una hora menos en invierno.
En las zonas templadas del hemisferio norte, si alineamos la aguja horaria (la pequeña) con el sol, en la bisectriz que forma esta con la cifra "12" del reloj se encuentra siempre el sur.
En las zonas templadas del hemisferio sur es la cifra 12 la que debe apuntar hacia el sol, y en la bisectriz que forma con la aguja horaria, se encuentra el norte

La salida y la puesta del sol también son una referencia. A todos nos han enseñado que el sol sale por el este y se pone por el oeste. Sin embargo sólo lo hace por el punto exacto en los equinoccios, o sea, alrededor del 21 de marzo y del 23 de septiembre y si nos encontramos en terreno llano. El resto del año y rodeados de cadenas montañosas, la referencia es sólo aproximada.

La luna puede proporcionarnos también una aproximación de los puntos cardinales. Cuando está en creciente, las puntas señalan siempre hacia el este y cuando está en menguante, hacia el oeste. Si tienes dudas para saber cuando está de una u otra forma, piensa que la luna "miente". Cuando tiene forma de "C" de "creciente", en realidad está menguando.

Si clavamos un palo en el suelo, marcamos el extremo de la sombra, dejamos pasar quince minutos y volvemos a marcar el nuevo extremo de la sombra, al unir estos dos puntos, la línea que obtenemos nos indicará el este y el oeste (el primer punto el oeste y el segundo el este). Al trazar una perpendicular tendremos el norte y el sur. Este sistema sólo nos permite tener una referencia aproximada. Cuanto más tiempo dejemos pasar entre la primera y la segunda marca y más próximos nos encontremos la mediodía, más aumentará su precisión.
Existe otro método más preciso, pero limitado al mediodía
Clavamos en un terreno llano un palo que proyecte una sombra de unos 30 ó 40 cm. y marcamos el extremo de la sombra. A continuación, con un cordón de un zapato, una rama u otro método improvisado, trazaremos una semicircunferencia usando como radio la longitud de la sombra. Ahora debemos esperar el movimiento del sol. La sombra se irá hciendo más pequeña a medida que nos acercamos a las 12:00 h. Momento en que alcanzará su menor tamaño para después volver a crecer. En el punto en el que la sombra vuelva a alcanzar la semicircunferencia pondremos una marca. Al unir las dos marcas trazaremos una línea oeste (primera marca) - este (segunda marca). En la perpendicular se encontraran el norte y el sur.

Existen indicios en la naturaleza que pueden darnos pistas sobre la dirección que llevamos. No son muy precisos, pero en circunstancias excepcionales pueden impedir que perdamos el tiempo dando vueltas en círculo.
En el hemisferio norte los musgos crecen en las zonas más más sombrías y húmedas de los troncos, que suele corresponder a la cara norte. Si bien esto puede variar localmente a causa de un microclima particular.
También en las montañas reciben menos sol las laderas orientadas al norte, por lo que suelen ser más húmedas, de tonalidades más frías y retienen la nieve por más tiempo.
Los anillos de crecimiento de los árboles suelen estar más desarrollados del lado que reciben más sol, aunque pueden darse factores que alteren este desarrollo.
Los ríos. Conociendo hacia donde discurren las aguas podemos orientarnos. Por ejemplo, en la Cordillera Cantábrica, los ríos corren al Norte y en León al Sur, en la Cordillera de los Andes, en los paises del Pacífico los ríos bajan de Este a Oeste.

Cojí el mapa y lo abrí en el suelo,



Creo recordar que mis padres fueron al sur, si quiero encontrar algún signo de vida o algo parecido creo que tengo que ir a la costa, allí se habrán salvado algunos también. O eso espero.

Una vez trazado el recorrido me puse en marcha.

Capítulo Segundo | La Tierra y el Sol

Cuando tuve todo dispuesto, me despedí entre tristeza de todos aquellos que dejaba atrás, de toda una montaña de vivencias que me hicieron aprender y de, sobretodo, Juth.

– Aquí tienes. – dijo Juth dándome la mochila. – Y esto. – La vieja colt del 45 que guardaba Valen para una ocasión como esta junto una caja de munición. – Espero que no la necesites. – dijo Juth. – Créeme, la vas a necesitar. – dijo el viejo Alben.
Creo que ese día estaban casi todos en la gran sala, para mi sorpresa, fue el único día que paraban la potabilización del agua en la gran gruta, sin duda, estaban preocupados, pero, si había la mas mínima posibilidad de que volviese con buenas noticias, allí estaban ellos.
Mire la hora, el reloj marcaba las 5:35 de la mañana – Llego la hora. – abracé con fuerza a Juth, mire a todos despidiéndome de ellos y, sin mediar palabra, me giré y empecé a andar. – El primer paso. –
– ¡Akiss! ¡Recuerda lo que te dije! – dijo alzando la voz Juth. – ¡Y cuando hayas terminado! ¡Vuelve! ¡no nos dejes aquí con esos marrones de mierda! – dijo Alben a lo lejos – ¡Vamos Akiss! – dijo otro – ¡Tu puedes chaval! –
Cogía muy fuerte la antorcha, apretaba los dientes y antes de poner un pie al túnel me volví para levantar la mano y decir – ¡No temáis! ¡Volveré! – no sé ni porque dije eso, no estaba nada seguro de si volvería, tenía miedo, pero no era momento de pensar en ello.

La mejor hora para evitar a Los de Fuera era esa, el sol saldría en una o dos horas y de noche los marrones salían a buscar comida. Así que tenía que ser fácil. Pero estaba muy equivocado.
Caminé durante un buen rato con la antorcha en la mano y la pistola en otra, los túneles parecían no terminarse nunca, a medida que avanzaba olía cada vez peor. ¿Qué coño es ese olor? Tenía algo en común al olor de la carne pasada de nuestros almacenes pero no era el mismo, ni quería saberlo, seguro que no sería nada bueno. Continué intentando pensar en otras cosas, pero en seguida oí un ruido, apague la antorcha como pude y me pare a escuchar. Ya no se oía nada, me guardé la pistola y seguí paso a paso lentamente, con una mano en la pared deseando salir de allí. Al poco rato de andar al no escucharse nada encendí de nuevo la antorcha, ya no estaba en un túnel, me hallaba en una sala no muy grande donde había restos de huesos en el suelo, trozos de carne y lo que parecían cuerpos destrozados sin vida, entonces creí ver algo moverse. Con prisas, cogí el colt de mi espalda y apunte hacia allí, sin pensarlo ni una sola vez me acerqué. Sorprendido y asustado esos cuerpos se movían, algunos se levantaban e incluso vi a uno comerse a otro que aun vivía. Vacié todo el cargador y lanzando la antorcha por los aires eche a correr por la única salida visible. Pero mi carrera no duró mucho, al pasar por la abertura aun iluminada, el otro lado era tan oscuro como el lugar más hondo del fondo marino y.. ¡Pam!

Cuando desperté me dolía la cabeza y no veía nada, al acordarme de lo ocurrido, aun tendido, saqué el mechero. Al encenderlo vi a uno de esos muertes vivientes mirándome con atención justo a mi lado, ya me temía lo peor pero no me hizo nada, era una mujer y parecía gustarle, al mirar a mi alrededor estaban todos mirándome, algunos se acercaban pero la mujer les echaba atrás con una agresividad animal, gritaban y se mordían entre ellos, eso era una locura. Reuní toda la sangre fría que me quedaba y me levante, calculé la salida y esperé a que alguno volviese a intentar cogerme, cuando uno se lanzó y la mujer se giro corrí a ciegas con todas mis fuerzas hasta la salida… por suerte, una vez entré en el túnel y mire a mi izquierda, pude ver la salida de esa maldita cueva.

Conseguí salir al exterior sin ningún rasguño, pero ahora, el sol, no me dejaba ver nada. Cerré los ojos y avancé unos pasos más, gracias a Dios aun tenia la mochila, saqué unas gafas de sol que me dio Valen. – Recuerda hijo, cuando salgas, estas gafas impedirán que tus ojos se sequen y pierdas la vista. – Me las puse y pude ver la desolación… recordaba ese lugar demasiado bien, vegetación y árboles abundantes, pájaros trinando, ríos, ruidos, coches, gente, ahora todo era un amasijo de troncos quemados, rocas, ceniza y arena, algunos edificios seguían en pie y otros estaban en ruinas, podía oler aire puro de nuevo pero lo peor era el silencio, la tranquilidad.
De pronto, oí gritos de desesperación justo detrás de mí, al girarme pude ver esa mujer acercándose lentamente. Los demás no se atrevían ni a asomarse, se limitaban a gritar y gritar con fuerza, su cena había escapado. La mujer cayó de rodillas, se puso a llorar como cualquiera de nosotros, gritando palabras sin sentido, pero no eran gritos de rabia sino de pena. Me acerque a ella y le cogí la mano, sus ojos ya no veían y su piel fluía como algo amorfo dejando sus huesos al descubierto, hasta que, al poco, dejó de llorar y murió.

– ¡Joder! ¡Mierda! – No todos eran tan animales como pensábamos.

De la teoría de Valen sobre el holocausto nuclear y el nacimiento de Los de Fuera:



Bien, en la lección de hoy voy a contar que pasó con nuestro mundo y el nacimiento de los marrones, esos seres de los que no sabemos demasiado y que siempre andan buscándonos a nosotros, su comida.
En un principio el impacto de un misil en una central nuclear, hace que los isótopos radiactivos que forman el combustible nuclear entren en contacto entre sí, produciéndose la fusión de éste y al alcanzar la masa crítica, se produce una explosión atómica que afecta varios centenares de kilómetros a la redonda.
Bien, pues en el área afectada directamente por la explosión, la radiación es mortal, nadie podría salvarse a no ser que estuviera bajo el agua o en un refugio nuclear. A mayor distancia la deflagración causará la muerte en ancianos y niños, así como lesiones por quemaduras radiactivas que causan deformidades y mutaciones severas a todo aquel que resulte expuesto. Pero lo más difícil es sobrevivir luego, porqué del cielo caerán lluvias conteniendo montones de cenizas radiactivas, que afectaran a todo el mundo, en mayor o menor grado según su edad y estado físico, la radiación impregnará la tierra durante años, contaminando a los seres vivos, contaminando nuestros alimentos. Por eso vinimos aquí.

– Asi que Los de Fuera, son los mutantes que sobrevivieron al desastre, ¿no? –

Si Juth, muy bien.

Enterré el cuerpo de la mujer en el primer agujero que encontré, llenándolo de piedras y arena. Ya que era merecedora de un entierro digno de una persona, al menos descansará en paz. Seguí andando por la ladera de la montaña, por el viejo camino hasta llegar a la ciudad. En realidad no era una ciudad muy grande, antes no tenía más de 10.000 habitantes, para mí era un pueblo pero tenía el titulo de ciudad, algo que se me quedó desde pequeño, pero ahora.. Ahora no era nada.

Entré en el primer edificio que se hallaba en pie, a pesar de que en mi mochila llevaba agua y comida, tenía que buscar algo de reserva para comer, beber o algo útil. Busqué por las habitaciones pero solo había camas, libros, armarios con ropa, ordenadores, juguetes y restos podridos de comida. Bajé unos pisos hasta llegar al sótano, alumbrándome con el mechero encontré una reja con un candado pero no podía ver bien el interior, solo se apreciaba lo que parecían ser unos estantes y cajones. Arranqué un trozo de tubería que estaba en la habitación conjunta a esta, con el que pude romper el candado y entré. Para mi sorpresa estaba en un almacén de armas, como no podía llevarlas todas conmigo cogí un cetme, pilas, una linterna y cajas de munición del 7.5, junto a más munición de 9mm para mi pistola así como un buen cuchillo. Menuda suerte.

Salí de ese edificio para dirigirme al supermercado más próximo, ya que recordé que Valen me había explicado que la única comida no contaminada podría hallarla en latas. Las calles de Celsona parecían un desierto, el viento soplaba con fuerza y levantaba la arena haciendo remolinos en el aire, el cielo despejado y el sol tocaba intensamente provocando espejismos. Seguí andando entre edificios, al poco rato vi un cartel encima de la puerta en un cruce de carreteras, Cal Coll, recordé que era un almacén de víveres y entré sin demora. Vi estanterías por el suelo, mire en la registradora, en el almacén, en el garaje, pero allí no quedaba nada, nada de nada, supuse que Los de Fuera lo cogieron todo así que continué.

El reloj marcaba 13:35, llegue al hospital, andaba buscando las famosas píldoras anti-radiación que me dijo Valen, las puertas correderas estaban abiertas con vidrios rotos por el suelo y algún que otro hueso humano. Empecé a buscar por todos sitios, entre consultas, archivos, el almacén, habitaciones, entonces abrí una puerta y allí estaba… Un esqueleto completo en la bañera con la silueta de su extinto cuerpo marcada en la pared, aun con ropa, era un medico y, sin duda, no le dio tiempo. Me acerqué para comprobar los cajones del baño y sin darme cuenta le toque el brazo, este se rompió y al caer vi que sujetaba algo, eran un par de ellas, las pastillas rayus-z. – ¡Lo sabía! – Sabía que aquí las encontraría, tenía que haber más. Como ya busqué en todos los pisos, faltaba el subsuelo, encendí la linterna y bajé las escaleras. Estaba ese olor, el olor de esos zombis malviviendo entre la oscuridad, cogí el Cetme y lo cargué, algo me decía que no debía estar allí ni dar un paso más, pero avancé con la idea de encontrar más píldoras, muy necesarias en estos tiempos, en los que cualquier charco, ampolla de agua o comida te puede destrozar por dentro poco a poco.
No podía dejar de pensar en ella, me preocupaban una mierda esos marrones, poco a poco avanzaba abriendo puertas, comprobando que estaba solo en las habitaciones, buscando las píldoras. Me decía que me fuera, pero yo seguía buscando. De pronto allí estaban, 4 de ellos, los sorprendí mientras comían lo que parecía una niña y acto seguido grite. – ¡Asquerosos de mierda! – empecé a disparar, la ráfaga dio a dos de ellos, a uno le estalló la cabeza y el otro cayo redondo sin más. Los otros dos se abalanzaron sobre mi gritando, volví a disparar y maté al tercero, pero el último llego a cogerme el arma empujándome al suelo, caímos los dos, el quedó sobre mí, cuando soltó mi arma para morderme le golpee en la cara con la culata. Cayó justo al lado, me levante deprisa y le apunte con el arma, deslumbrándolo con la linterna. Entonces oí en mi interior – no lo hagas Akiss…– quise apretar el gatillo pero no pude hacerlo, algo superior a mi no me dejaba y abrí bien mis dos ojos. Estaba inconsciente, lo deje allí y enfoque a la niña… en realidad ni estaban comiendo, ni eso era una niña, era un peluche con un brazo arrancado y lo estaban cosiendo. La rabia no me dejo ver nada con claridad, al girarme vi a una niño pequeño encima de uno de los muertos, las pilas se agotaron y me quede sin luz. Me marche de allí.

Al salir del hospital no pude dar ni dos pasos, caí al suelo llorando por lo que había hecho, fue entonces cuando me prometí que esto no volvería a pasar, no debía.

17:25, ya es tarde, tengo que buscarme un refugio. – Lo mejor que puedes hacer al caer la noche es encontrar un buen lugar Akiss, a ser posible un sitio alto, en una habitación con techo y ventanas que cierren y lo más importante, una puerta que cierre bien atrancándola con algo. Eso sí, ten siempre al lado una arma contundente hijo por si todo lo demás fallara. –
Nunca sabes lo que vas a encontrar, me decía siempre Valen, ni yo sabía cuánta razón tenía hasta que lo vi con mis propios ojos.

Está oscureciendo 19:35, pude encontrar un buen lugar, después de buscar por todos lados, encontrándome en muchos puertas rotas y en otros ya sin puerta o puertas bien cerradas, me decidí por el edificio más alto de la ciudad, el único piso con la puerta abierta que había, un quinto. Me relajé y comí un poco, encontré unas cuantas velas y pude leer algo para olvidarme de todo, hasta que me dormí.

Me despertó un fuerte ruido. Aun no había salido el sol y podía ver la luz de la vela, cogí el Cetme y miré por la mirilla de la puerta, – ¿qué coño? – ¡baum! No veía casi nada pero sabía que había unos marrones intentando abrir la puerta abalanzándose como locos sobre ella. Deje el arma y empecé a apilar cosas de la casa en la puerta, un armario, sillas, una mesa, todo lo que pude hasta que, después de varios intentos más, dejaron de intentarlo.
Intente relajarme y descansar, pero a la que se me cerraban los ojos volví a oir unos ruidos que venían de fuera. Me levanté, cogí el arma y salí a la terraza. Allí estaban, intentando saltar desde el balcón más cercano, había muchos y habría unos 3 metros de distancia entre nosotros, todos caían inutilmente al vacio – ¿qué coño hacéis? ¡No saltéis! – ellos contestaban con gritos de rabia y locura, esos si eran animales y seguían intentándolo. Disparé al aire para asustarlos, pero lo único que conseguía era animarlos aun más a saltar. Hasta que uno llegó a cogerse al borde y estaba a punto de llegar a mí, podía ver a los otros mordiéndose unos a otros, momento en que lo vi claro, estos seres habían perdido su condición humana, y abrí fuego contra él y a los otros. Entonces cesaron los gritos de rabia, lo que realmente les asustó fueron los gemidos de sus heridos, a pesar de que no se importaban una mierda entre ellos, creo que lo entendieron, me dejaron en paz al fin, – ¡hoy no habrá comida para vosotros, zombis cabrones ! – .

6:58, sale el sol. Después del incidente de esta noche casi no e podido dormir, estava pensando en esos marrones y no podía dejar de pensar que, si me dormía, me comerian vivo.

Salió el sol como cual luz ilumina las sombras, un color rojo amarillo que ya no recordava, luz inspiradora de animo, de el despertar. Se movía, tan lentamente que era imperceptible, pero si observavas una sombra y fijavas un punto en ella podias medir el movimiento de la tierra, cómo dijo Valen. Maravilloso sin duda, és un regalo para la vista. Comienza un nuevo dia.

Después de comprobar cuatro experimentos de Valen, dispuse todo para continuar el viaje pero… ¿a dónde?

miércoles, 16 de marzo de 2011

Capítulo Primero | La Infancia

– Despierta.. Despierta –
Abrí los ojos, notaba que alguien estaba tirando de mi mano. – Vamos Akiss, tenemos que irnos. – Veía una sombra difuminada, todo estaba oscuro pero reconocía esa voz, una voz de mujer, tierna, suave, maravillosa. Era mi madre. – Ilerda trae luz. – dijo ella. Entonces se acerco otra mujer con una antorcha cegadora. – Vamos, recógelo todo, nos vamos de aquí. –

Con prisas recogí todo, el saco de dormir, la bolsa de medicamentos, mis queridos comics, algo de comida y mi pistola de agua, que disparaba de todo menos agua.. ¡Pam pam piñau!
– ¡Akiss! no es tiempo de jugar vámonos ya, se acercan. – dijo mi madre – De acuerdo mama, ya voy. – dije yo escondiendo mi pistola de los mil tiros, asi le llamaba, siempre imaginaba que disparaba fuego o cualquier otra cosa. – Eh Akiss, ¿no crees que ya eres mayor para estas cosas? ¡Ya tienes 12 años! – decía sonriendo Ilerda. – vámonos. –

Nunca vi a esos de los que corríamos, yo le preguntaba a mi madre pero ella se limitaba a desviar mi atención, ya hacía mucho tiempo que entramos en esa cueva y hasta hace poco no sabíamos nada de ellos pero ahora estaban siempre en nuestros túneles, solo se que les llaman “Los de Fuera”.

– ¿Crees que ya ha pasado 1 año Ebre? – dijo Ilerda con voz temblorosa y corriendo – Si, mañana hará un año. Corramos a avisar a los demás. – contesto mi madre entre bocanadas de aire.

Si, ya haría un año que murió mi tío poco antes de entrar aquí, nos ayudo a entrar a todo un grupo de 50 personas creo.. Era cazador y si no hubiera sido por el los otros locos nos habrían matado a todos, él y mi padre sabían lo que iba a suceder así que prepararon comida, herramientas, armas y tnt, cuando ya estábamos todos dentro menos mi tío y un amigo suyo estallo la carga de la entrada demasiado temprano… No pudieron salvarse.

– ¡Alto! ¿Quién va? – Dijo Alben, el guarda armado con una recortada de ya solo un disparo y un cuchillo del jamón, era alto y robusto de unos 46 años, tenía un diente de oro y vestía como casi todos nosotros, una camisa que era un trapo, sucia y maltrecha, con un mono de esos de tirantes parecido al de un mecánico, su gorra y un cigarrillo liado sin encender pero medio fumado en su oreja izquierda.

– Akiss, Ilerda y Ebre ¡los tenemos detrás! – dijo mi madre ya más tranquila poniéndonos detrás de él. – ¡Adelante! Tranquilo Akiss ¡Por aquí no se atreverán! – dijo Alben cargando su último cartucho en su bela ragazza y haciendo gala de su diente de oro.

¡Baoum!

En ese momento cesaron los pasos y después de unos gritos, estos se diluyeron entre las sombras de esa oscura gruta. Me di cuenta de que le estaba apretando muy fuerte la mano a Ilerda, enseguida note el calor del abrazo de mi madre, solo entonces me tranquilicé.

– ¡JA! Esos pieles marrones son unos mierdas eh, ¿estáis bien? – dijo Alben con voz ronca y áspera. – Si.. – replico mi madre mirándonos a Ilerda y a mí. – ¿Sabes dónde está Xass? –
Estaba claro que antes de todo eso teníamos una buena vida.. Si, la gente moría en las calles y en sus casas pero no de hambre. Lo recuerdo, era Celsona donde vivíamos, teníamos nuestro propio cultivo de tomates y lentejas, electricidad y agua, nos sobraba de todo. Yo vi nuestra sociedad antigua, supermercados, bibliotecas, ayuntamientos, museos, iglesias, castillos, plazas y mercados, coches, policías y bomberos, hospitales, cines, bancos y el dinero.. Eso que era un simple papel te hacia poder tener de todo lo que quisieras, mientras tuvieras suficiente. Se decía que la gente trabajaba para hacer un bien en la sociedad pero en realidad eso era secundario, lo que perseguían era el dinero para poder tener grandes coches o una vida como poco normal. No había nada en el mundo que con dinero no se pudiera comprar.

– ¿Xass? Creo que anda por la gran gruta. – dijo Alben rascándose la gorra con la mano.

– De acuerdo, vamos a ir allí. – contesto mi madre cogiéndome de la mano y caminando a paso ligero. – Adiós Alben, gracias. – dije yo casi andando de espaldas.

– ¡De nada chico! – contesto. Luego de unos pasos se puso a reír a carcajada suelta, siempre reía, decía que así su mal espantaba junto con su oro, claro.

Seguimos andando, a medida que íbamos avanzando se hacía más vigente la humedad de la cueva, nos acercábamos a un rio subterráneo donde el agua aun tenía que ser tratada para poder beberla y no envenenarnos de radiación cuya muerte era lenta y dolorosa.

De entre nuestra comunidad estaba Valen, el miembro más anciano y líder de comunidad, vivía en la gran gruta junto con el grupo encargado de potabilizar el agua, era un científico brillante, pasó su vida elaborando medicamentos para todo tipo de enfermedades y en los últimos meses de gobierno le encomendaron encontrar una cura para la radiación.

Al fin salimos de la red de túneles y allí estaba, la gran gruta, una majestuosa y gran sala de piedra húmeda llena de estalactitas y estalagmitas cuyo techo estaba separado en unos 6 o 7 metros del suelo áspero. Era una de las salas en la que había luz eléctrica, las bombillas escupían luz blanca haciendo posible ver y ser visto. A la derecha estaba el rio, aparecía de la nada y desaparecía entre las rocas, no era gran cosa, medía no más de medio metro de anchura y tenía un color verde-azulado debido al musgo que en la roca crecía. A la izquierda estaba el grupo, 4 personas encargadas de filtrar el agua con sus maquinas hechas de hierro que llenaban de ruidos y chasquidos toda la sala. Se los veía cansados y empapados, estar allí durante un día seguido, era como estar bajo la lluvia 2 horas sin poder apartarte ni cubrirte. Tenían el color de la piel diferente, como amarillo, algunos de ellos hasta perdieron la vista o veían mal, se meaban encima y vomitaban, condenados y resignados por propia voluntad en ese tugurio para poder tener agua limpia que beber.

Nada más entrar, estaba uno en el suelo, – Toma, trágatelo. – dijo Valen dándole una pastilla a ese pobre hombre, – ¡Ayudadme a levantarlo! –

Ebre se prestó de inmediato, entre Valen y ella lo levantaron y se lo llevaron, Ilerda y yo los seguíamos. – Hola Ebre, ¿Ha habido suerte? – dijo Valen mirándola preocupado.
– No. No encontramos nada, tan solo conseguimos atraer un grupo de los de fuera. – contesto triste mi madre.

– De acuerdo, has hecho bien. – dijo Valen parando un momento rascándose la nariz y añadió – Si ya se atreven a llegar hasta aquí es que ya debe de salir el sol. –
Valen tenía razón, Los de Fuera temían al sol, tras tanto tiempo sin verlo, ahora que salía les quemaba la piel y los ojos, tanto sus cuerpos como sus mentes, transformadas y mutadas por la radiación hacían de ellos simples animales, no sabían reaccionar y su primer impulso era guarecerse en lugares cubiertos a la sombra.

Cogimos el túnel del norte para llegar a la sala central, luego al oeste hasta la enfermería.

– ¿Y Xass? – dijo Ebre.
– Dijo que tenía que hacer algo, no me lo contó pero mencionó de ir al almacén. – contesto Valen mirando a Ebre. – Si te das prisa, Puede que lo encuentres allí. –

Ebre se giró, me miró, entonces supe que algo le pasaba, sin mediar palabra se acercó y rozando su mano en mi mejilla note una profunda tristeza en ella, Pasaron unos segundos que para mí fueron una eternidad, dejo de mirarme para mirar a Ilerda y asintiendo con la cabeza se marcho sin más. Yo no pude contenerme, rompí a llorar y de mi boca salió una palabra sin fuerza y balbuceante..

– Adiós.. –

Ya era tarde, no me pudo oír. Ilerda me cogía con fuerza, también lloraba, no creía que pudiera ser verdad, sería un sueño o algo parecido pero..

– Hijo.. no llores, tu madre y tu padre tienen que hacer algo importante para ti y todos nosotros, es necesario que lo entiendas, déjala ir. – dijo Valen posando su mano en mi espalda. Y añadió – Los volverás a ver pequeño amigo, yo te enseñare a sobrevivir. –

Fue entonces cuando Valen me ayudó, todas las mañanas me daba clases de ciencias, matemáticas, de literatura y sociales, por las tardes me hacia ayudar ya fuese en la enfermería, en el almacén, en la cocina, en la iglesia menos en la gran gruta, el único lugar prohibido para los jóvenes como yo.

Estuvimos 5 años con esa rutina, la gente moría de vieja, en la gran gruta o en manos de los de fuera, nacían otros, unos sanos, algunos otros con deformidades y algunos incluso, muertos.

Valen murió después de cumplir yo los 18, poco antes de su muerte me dijo:
– Hijo. Has aprendido bien, te he enseñado todo lo que se, eres el mejor alumno que uno querría tener. – hizo una pausa y luego de respirar hondo dijo – Ahora que me muero, Juth ocupara mi lugar como líder de este grupo nuestro, nos hemos acobardado Akiss, pudimos salir de esta roca mucho antes de lo que creíamos y mucho me temo que ya no saldremos nunca más. – hizo otra pausa para toser, toser sangre y siguió – Nos has ayudado como tenías que hacer, ya no haces nada aquí, escúchame. Existe un lugar donde la gente puede vivir como antes, donde la gente muere de vieja y disfruta de comodidades, Hubiese dado lo que fuera para poder conducir de nuevo mi Orion y olvidar todo esto. Pero no han vuelto… – de nuevo, tosió con fuerza, de tal manera que vomitaba aun más sangre – Tranquilo Valen, te escucho. – dije yo ayudándole a reincorporarse y dijo – Hijo, tus padres fueron a buscar ese sitio, para volver y irnos todos de aquí pero.. –
Esta vez tosió muy fuerte y su cuerpo empezó a convulsionar, sabía que no le quedaba mucho, así que me acerque aun mas.

– pero ellos... –

– ¿Pero ellos qué? ¿Ellos qué? Valen… ¡Valen! –

Murió sonriendo, parecía extraño, había visto a gente morir o gente ya muerta pero ninguno de ellos sonreía. En ese mismo momento no lo entendí, no entendí nada, ¿porque sonreía? ¿Le parecía divertido? Nos dejaba a todos, se iba, ya no podría volverlo a ver nunca más… Aun mirando su rostro lo supe, su voz no tenía preocupación su mirada era de haber vivido lo suficiente como para saber morir, ese día entendí que la muerte es algo más que eso, la muerte es bella, no un motivo para tener miedo.

Ya no me acordaba de mis padres, ¿Dónde estaban? ¿Qué hacían?, Valen tenía razón, debería hacer algo.
Así que me dirigí hacia la sala central, a ver a Juth. – Hola Akiss, conozco esa mirada, ¿qué te traes entre manos? – dijo ella sonriendo. – Juth, quiero que nos vayamos todos de aquí. Seguro de que encontramos algún lugar fuera de esta cueva donde vivir. –
– ¿Es que te has vuelto loco? No es un lugar seguro, es imposible, no podemos irnos todos. – – ¿por qué no? Aquí solo esperamos la muerte, ya no hay razón para quedarse, la gente muere en la gran gruta muy fácilmente. – ¡No! – Pero, podríamos llevarnos todas las raciones y el agua que tenemos almacenados. – ¿Crees que duraríamos mucho? ¡los ancianos y niños retrasarían al grupo y si no encontráramos pronto agua potable las reservas no nos durarían ni una semana! – Quiero ayudaros. – ¡Pues ayúdanos! ve y busca esa ciudad de la que tanto hablas Akiss, yo cuidare de esta comunidad ¡como lo hizo Valen! – dijo rotundamente Juth.
Había tanta tensión en el aire que se podía cortar y comer, Juth estaba segura de lo que decía y su intención estaba muy lejos de aventurarse fuera de esa cueva, la verdad es que tenían una salida rápida pero ya era demasiado tarde, no quería echar por los suelos el gran esfuerzo que hizo Valen.

– De acuerdo Juth, me iré en busca de esa ciudad y cuando la encuentre ¡volveré a buscaros!--

– Está bien, Cuando quieras irte, ven a verme, tengo algo para ti. –

Entonces nos miramos fijamente, ella tenía los ojos brillantes nos abrazamos casi inconscientemente. Ya era toda una mujer, los dos crecimos junto a Valen, podía ver en ella la madurez de haber vivido entre muerte, tristeza y desolación. En todos nosotros se reflejaba la duda, la duda de ser los últimos en este mundo y si Dios realmente existía. Pero ella, me hacia olvidar todo eso, su cariño, su amor, sus caricias y abrazos…

– Me gustaría que no te fueras nunca, que este momento durara para siempre.. ¡Pero eres más tonto y terco que una mula! Y no creo que te haga cambiar de idea ¿verdad?
– …–
– Me lo temía. –

Estuvimos un rato sin mirarnos, yo no podía, ella alzó la cabeza y me miró, me cogió la mano lentamente, sus manos eran de un ángel, suaves, calientes, me hacía sentir bien. La miré y me acordé de ese día, el día que la vi por primera vez.
Éramos pequeños pero sentí algo extraño en ella, tan pronto como vi sus ojos no supe que decir, mis manos sudaban, mi corazón latía con fuerza, el estomago me daba patadas… entonces dijo – ¡Hola! Soy Juth, ¿jugamos? – ese día… el día en que conocí a un ángel.

– Aun no te he dado mi regalo… – dijo Juth con los ojos brillantes.

Se acerco muy lentamente y me besó. Nos besamos en el infinito, nuestros corazones rebosaban de amor, vi su luz y nos dejamos ir. Hicimos el amor muchas veces, todas diferentes, no podía dejar de verla tal y como era… nos dormimos.

– No lo olvides nunca Akiss, esa es nuestra verdad y la de todo hombre en el mundo, no dejes que suceda, no dejes que te conviertan en piedra…este es mi regalo. –

Prólogo

El mundo, 2012, debido a un malestar general económico y social, el efecto invernadero y desastres a gran escala, la mayoría de los gobiernos del mundo son derrocados por sus propios ciudadanos, la sociedad, tal y como la conocíamos, ha llegado a su fin.

Tres gobiernos aun resisten a los altercados, USA, China y Japón. Gracias al buen entrenamiento de sus propios ejércitos han conseguido defenderse de la población masacrando a esta, llenando las calles de miles de muertos aislándose en sus fuertes gubernamentales. Poco tiempo después, los tres presidentes acuerdan crear un grupo de personas, especialistas en cada campo, que serán enviados al espacio para salvaguardar el destino de la raza humana y sus sistemas políticos y sociales.

No les dio tiempo, en unos días grupos de civiles en Rusia debido al hambre, la perdida de seres queridos y su condición humana deciden lanzar unos misiles tierra-tierra de largo alcance hacia centrales nucleares de la propia Rusia, China y Europa, desencadenando un holocausto nuclear, causando la muerte a miles de millones de personas. Al enterarse, el presidente americano da órdenes de recuperar silos, instalaciones y centrales nucleares, pero de nada sirvió pues corrieron la misma suerte que todos.



– Hay un lugar. – Decían



– Despierta Akiss. –

El Libro de La Leyenda de Akiss

Este Libro pretende ser una guia de supervivencia llegados al caso de un desastre nuclear. La historia que aquí se presenta es meramente una liberación de imaginación, la información que se puede obtener es real.

Iré subiendo capitulos cuando los termine, disfrutadlo.