miércoles, 16 de marzo de 2011

Capítulo Primero | La Infancia

– Despierta.. Despierta –
Abrí los ojos, notaba que alguien estaba tirando de mi mano. – Vamos Akiss, tenemos que irnos. – Veía una sombra difuminada, todo estaba oscuro pero reconocía esa voz, una voz de mujer, tierna, suave, maravillosa. Era mi madre. – Ilerda trae luz. – dijo ella. Entonces se acerco otra mujer con una antorcha cegadora. – Vamos, recógelo todo, nos vamos de aquí. –

Con prisas recogí todo, el saco de dormir, la bolsa de medicamentos, mis queridos comics, algo de comida y mi pistola de agua, que disparaba de todo menos agua.. ¡Pam pam piñau!
– ¡Akiss! no es tiempo de jugar vámonos ya, se acercan. – dijo mi madre – De acuerdo mama, ya voy. – dije yo escondiendo mi pistola de los mil tiros, asi le llamaba, siempre imaginaba que disparaba fuego o cualquier otra cosa. – Eh Akiss, ¿no crees que ya eres mayor para estas cosas? ¡Ya tienes 12 años! – decía sonriendo Ilerda. – vámonos. –

Nunca vi a esos de los que corríamos, yo le preguntaba a mi madre pero ella se limitaba a desviar mi atención, ya hacía mucho tiempo que entramos en esa cueva y hasta hace poco no sabíamos nada de ellos pero ahora estaban siempre en nuestros túneles, solo se que les llaman “Los de Fuera”.

– ¿Crees que ya ha pasado 1 año Ebre? – dijo Ilerda con voz temblorosa y corriendo – Si, mañana hará un año. Corramos a avisar a los demás. – contesto mi madre entre bocanadas de aire.

Si, ya haría un año que murió mi tío poco antes de entrar aquí, nos ayudo a entrar a todo un grupo de 50 personas creo.. Era cazador y si no hubiera sido por el los otros locos nos habrían matado a todos, él y mi padre sabían lo que iba a suceder así que prepararon comida, herramientas, armas y tnt, cuando ya estábamos todos dentro menos mi tío y un amigo suyo estallo la carga de la entrada demasiado temprano… No pudieron salvarse.

– ¡Alto! ¿Quién va? – Dijo Alben, el guarda armado con una recortada de ya solo un disparo y un cuchillo del jamón, era alto y robusto de unos 46 años, tenía un diente de oro y vestía como casi todos nosotros, una camisa que era un trapo, sucia y maltrecha, con un mono de esos de tirantes parecido al de un mecánico, su gorra y un cigarrillo liado sin encender pero medio fumado en su oreja izquierda.

– Akiss, Ilerda y Ebre ¡los tenemos detrás! – dijo mi madre ya más tranquila poniéndonos detrás de él. – ¡Adelante! Tranquilo Akiss ¡Por aquí no se atreverán! – dijo Alben cargando su último cartucho en su bela ragazza y haciendo gala de su diente de oro.

¡Baoum!

En ese momento cesaron los pasos y después de unos gritos, estos se diluyeron entre las sombras de esa oscura gruta. Me di cuenta de que le estaba apretando muy fuerte la mano a Ilerda, enseguida note el calor del abrazo de mi madre, solo entonces me tranquilicé.

– ¡JA! Esos pieles marrones son unos mierdas eh, ¿estáis bien? – dijo Alben con voz ronca y áspera. – Si.. – replico mi madre mirándonos a Ilerda y a mí. – ¿Sabes dónde está Xass? –
Estaba claro que antes de todo eso teníamos una buena vida.. Si, la gente moría en las calles y en sus casas pero no de hambre. Lo recuerdo, era Celsona donde vivíamos, teníamos nuestro propio cultivo de tomates y lentejas, electricidad y agua, nos sobraba de todo. Yo vi nuestra sociedad antigua, supermercados, bibliotecas, ayuntamientos, museos, iglesias, castillos, plazas y mercados, coches, policías y bomberos, hospitales, cines, bancos y el dinero.. Eso que era un simple papel te hacia poder tener de todo lo que quisieras, mientras tuvieras suficiente. Se decía que la gente trabajaba para hacer un bien en la sociedad pero en realidad eso era secundario, lo que perseguían era el dinero para poder tener grandes coches o una vida como poco normal. No había nada en el mundo que con dinero no se pudiera comprar.

– ¿Xass? Creo que anda por la gran gruta. – dijo Alben rascándose la gorra con la mano.

– De acuerdo, vamos a ir allí. – contesto mi madre cogiéndome de la mano y caminando a paso ligero. – Adiós Alben, gracias. – dije yo casi andando de espaldas.

– ¡De nada chico! – contesto. Luego de unos pasos se puso a reír a carcajada suelta, siempre reía, decía que así su mal espantaba junto con su oro, claro.

Seguimos andando, a medida que íbamos avanzando se hacía más vigente la humedad de la cueva, nos acercábamos a un rio subterráneo donde el agua aun tenía que ser tratada para poder beberla y no envenenarnos de radiación cuya muerte era lenta y dolorosa.

De entre nuestra comunidad estaba Valen, el miembro más anciano y líder de comunidad, vivía en la gran gruta junto con el grupo encargado de potabilizar el agua, era un científico brillante, pasó su vida elaborando medicamentos para todo tipo de enfermedades y en los últimos meses de gobierno le encomendaron encontrar una cura para la radiación.

Al fin salimos de la red de túneles y allí estaba, la gran gruta, una majestuosa y gran sala de piedra húmeda llena de estalactitas y estalagmitas cuyo techo estaba separado en unos 6 o 7 metros del suelo áspero. Era una de las salas en la que había luz eléctrica, las bombillas escupían luz blanca haciendo posible ver y ser visto. A la derecha estaba el rio, aparecía de la nada y desaparecía entre las rocas, no era gran cosa, medía no más de medio metro de anchura y tenía un color verde-azulado debido al musgo que en la roca crecía. A la izquierda estaba el grupo, 4 personas encargadas de filtrar el agua con sus maquinas hechas de hierro que llenaban de ruidos y chasquidos toda la sala. Se los veía cansados y empapados, estar allí durante un día seguido, era como estar bajo la lluvia 2 horas sin poder apartarte ni cubrirte. Tenían el color de la piel diferente, como amarillo, algunos de ellos hasta perdieron la vista o veían mal, se meaban encima y vomitaban, condenados y resignados por propia voluntad en ese tugurio para poder tener agua limpia que beber.

Nada más entrar, estaba uno en el suelo, – Toma, trágatelo. – dijo Valen dándole una pastilla a ese pobre hombre, – ¡Ayudadme a levantarlo! –

Ebre se prestó de inmediato, entre Valen y ella lo levantaron y se lo llevaron, Ilerda y yo los seguíamos. – Hola Ebre, ¿Ha habido suerte? – dijo Valen mirándola preocupado.
– No. No encontramos nada, tan solo conseguimos atraer un grupo de los de fuera. – contesto triste mi madre.

– De acuerdo, has hecho bien. – dijo Valen parando un momento rascándose la nariz y añadió – Si ya se atreven a llegar hasta aquí es que ya debe de salir el sol. –
Valen tenía razón, Los de Fuera temían al sol, tras tanto tiempo sin verlo, ahora que salía les quemaba la piel y los ojos, tanto sus cuerpos como sus mentes, transformadas y mutadas por la radiación hacían de ellos simples animales, no sabían reaccionar y su primer impulso era guarecerse en lugares cubiertos a la sombra.

Cogimos el túnel del norte para llegar a la sala central, luego al oeste hasta la enfermería.

– ¿Y Xass? – dijo Ebre.
– Dijo que tenía que hacer algo, no me lo contó pero mencionó de ir al almacén. – contesto Valen mirando a Ebre. – Si te das prisa, Puede que lo encuentres allí. –

Ebre se giró, me miró, entonces supe que algo le pasaba, sin mediar palabra se acercó y rozando su mano en mi mejilla note una profunda tristeza en ella, Pasaron unos segundos que para mí fueron una eternidad, dejo de mirarme para mirar a Ilerda y asintiendo con la cabeza se marcho sin más. Yo no pude contenerme, rompí a llorar y de mi boca salió una palabra sin fuerza y balbuceante..

– Adiós.. –

Ya era tarde, no me pudo oír. Ilerda me cogía con fuerza, también lloraba, no creía que pudiera ser verdad, sería un sueño o algo parecido pero..

– Hijo.. no llores, tu madre y tu padre tienen que hacer algo importante para ti y todos nosotros, es necesario que lo entiendas, déjala ir. – dijo Valen posando su mano en mi espalda. Y añadió – Los volverás a ver pequeño amigo, yo te enseñare a sobrevivir. –

Fue entonces cuando Valen me ayudó, todas las mañanas me daba clases de ciencias, matemáticas, de literatura y sociales, por las tardes me hacia ayudar ya fuese en la enfermería, en el almacén, en la cocina, en la iglesia menos en la gran gruta, el único lugar prohibido para los jóvenes como yo.

Estuvimos 5 años con esa rutina, la gente moría de vieja, en la gran gruta o en manos de los de fuera, nacían otros, unos sanos, algunos otros con deformidades y algunos incluso, muertos.

Valen murió después de cumplir yo los 18, poco antes de su muerte me dijo:
– Hijo. Has aprendido bien, te he enseñado todo lo que se, eres el mejor alumno que uno querría tener. – hizo una pausa y luego de respirar hondo dijo – Ahora que me muero, Juth ocupara mi lugar como líder de este grupo nuestro, nos hemos acobardado Akiss, pudimos salir de esta roca mucho antes de lo que creíamos y mucho me temo que ya no saldremos nunca más. – hizo otra pausa para toser, toser sangre y siguió – Nos has ayudado como tenías que hacer, ya no haces nada aquí, escúchame. Existe un lugar donde la gente puede vivir como antes, donde la gente muere de vieja y disfruta de comodidades, Hubiese dado lo que fuera para poder conducir de nuevo mi Orion y olvidar todo esto. Pero no han vuelto… – de nuevo, tosió con fuerza, de tal manera que vomitaba aun más sangre – Tranquilo Valen, te escucho. – dije yo ayudándole a reincorporarse y dijo – Hijo, tus padres fueron a buscar ese sitio, para volver y irnos todos de aquí pero.. –
Esta vez tosió muy fuerte y su cuerpo empezó a convulsionar, sabía que no le quedaba mucho, así que me acerque aun mas.

– pero ellos... –

– ¿Pero ellos qué? ¿Ellos qué? Valen… ¡Valen! –

Murió sonriendo, parecía extraño, había visto a gente morir o gente ya muerta pero ninguno de ellos sonreía. En ese mismo momento no lo entendí, no entendí nada, ¿porque sonreía? ¿Le parecía divertido? Nos dejaba a todos, se iba, ya no podría volverlo a ver nunca más… Aun mirando su rostro lo supe, su voz no tenía preocupación su mirada era de haber vivido lo suficiente como para saber morir, ese día entendí que la muerte es algo más que eso, la muerte es bella, no un motivo para tener miedo.

Ya no me acordaba de mis padres, ¿Dónde estaban? ¿Qué hacían?, Valen tenía razón, debería hacer algo.
Así que me dirigí hacia la sala central, a ver a Juth. – Hola Akiss, conozco esa mirada, ¿qué te traes entre manos? – dijo ella sonriendo. – Juth, quiero que nos vayamos todos de aquí. Seguro de que encontramos algún lugar fuera de esta cueva donde vivir. –
– ¿Es que te has vuelto loco? No es un lugar seguro, es imposible, no podemos irnos todos. – – ¿por qué no? Aquí solo esperamos la muerte, ya no hay razón para quedarse, la gente muere en la gran gruta muy fácilmente. – ¡No! – Pero, podríamos llevarnos todas las raciones y el agua que tenemos almacenados. – ¿Crees que duraríamos mucho? ¡los ancianos y niños retrasarían al grupo y si no encontráramos pronto agua potable las reservas no nos durarían ni una semana! – Quiero ayudaros. – ¡Pues ayúdanos! ve y busca esa ciudad de la que tanto hablas Akiss, yo cuidare de esta comunidad ¡como lo hizo Valen! – dijo rotundamente Juth.
Había tanta tensión en el aire que se podía cortar y comer, Juth estaba segura de lo que decía y su intención estaba muy lejos de aventurarse fuera de esa cueva, la verdad es que tenían una salida rápida pero ya era demasiado tarde, no quería echar por los suelos el gran esfuerzo que hizo Valen.

– De acuerdo Juth, me iré en busca de esa ciudad y cuando la encuentre ¡volveré a buscaros!--

– Está bien, Cuando quieras irte, ven a verme, tengo algo para ti. –

Entonces nos miramos fijamente, ella tenía los ojos brillantes nos abrazamos casi inconscientemente. Ya era toda una mujer, los dos crecimos junto a Valen, podía ver en ella la madurez de haber vivido entre muerte, tristeza y desolación. En todos nosotros se reflejaba la duda, la duda de ser los últimos en este mundo y si Dios realmente existía. Pero ella, me hacia olvidar todo eso, su cariño, su amor, sus caricias y abrazos…

– Me gustaría que no te fueras nunca, que este momento durara para siempre.. ¡Pero eres más tonto y terco que una mula! Y no creo que te haga cambiar de idea ¿verdad?
– …–
– Me lo temía. –

Estuvimos un rato sin mirarnos, yo no podía, ella alzó la cabeza y me miró, me cogió la mano lentamente, sus manos eran de un ángel, suaves, calientes, me hacía sentir bien. La miré y me acordé de ese día, el día que la vi por primera vez.
Éramos pequeños pero sentí algo extraño en ella, tan pronto como vi sus ojos no supe que decir, mis manos sudaban, mi corazón latía con fuerza, el estomago me daba patadas… entonces dijo – ¡Hola! Soy Juth, ¿jugamos? – ese día… el día en que conocí a un ángel.

– Aun no te he dado mi regalo… – dijo Juth con los ojos brillantes.

Se acerco muy lentamente y me besó. Nos besamos en el infinito, nuestros corazones rebosaban de amor, vi su luz y nos dejamos ir. Hicimos el amor muchas veces, todas diferentes, no podía dejar de verla tal y como era… nos dormimos.

– No lo olvides nunca Akiss, esa es nuestra verdad y la de todo hombre en el mundo, no dejes que suceda, no dejes que te conviertan en piedra…este es mi regalo. –

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